Un hombre pelado salió temprano de casa cargando un
botiquín. Caminó algunos metros y tomó el metro. Cuando se sentó, se dio cuenta
que en el asiento delantero estaba un hombre idéntico a él, trajeando un saco
no muy aseado. Además de la ropa, lo único que los distinguía era que ese otro
señor tenía canas, lo que le daba la apariencia de ser mayor. Los dos empezaron
a mirarse.
Todos los movimientos que hacía el primer hombre los hacía también
el segundo. Si, por ejemplo, uno miraba a la derecha, el otro miraba a la
izquierda, como si fuera un espejo. El hombre entonces empezó a molestarse y
decidió tirar un cigarro al suelo para ver si también lo hacía el otro. Éste no
se movió, pero siguió observando y reproduciendo los demás movimientos del
primero.
Cuando se trataba de un gesto simple como cruzar los brazos o rascar
la mano izquierda con la derecha, la reproducción del movimiento no tardaba
nada. Cuando se trataba de agarrar algo o de mover algún objeto del botiquín o
incluso vestirse un jersey, el segundo hombre se paraba y sólo miraba al otro
sin parpadeos. Por fin, cuando el primero bajó del metro, el otro lo siguió,
engarrafó sus brazos con fuerza y le dijo: -Perdóneme usted. No lo quiero
estorbar, pero es que nos parecemos muchísimo con una distinción y nada más.
Es
que yo estoy sin trabajo, mi hijito está en el hospicio y mi mujer embarazada.
Como somos idénticos, me imaginé que usted se molestaría de ver a alguien tan
semejante a usted en una situación como la mía. Entonces.... -No, usted no me
da lástima. Tiene verba, va a solucionar sus problemas. Puedo ayudar
contribuyendo con lo que no tiene si me da usted lo que no tengo yo. -Y ¿Qué
es? -La peluca. La suya es perfecta. ¿Dónde la compró usted?
(Extraído de
http://www.isr.com.br/professor/ celia3ano-espanhol-2009-08-05.pdf. Diciembre
de 2011)
Nenhum comentário:
Postar um comentário