El conocimiento gramatical necesario en lengua extranjera
debe llevar al estudiante a ser capaz de producir enunciados – simples o
complejos – que tengan una función discursiva determinada. Esa capacidad,
obviamente, traspasa la simple conjugación verbal, la exactitud en el empleo de
las personas verbales o las reglas de concordancia, por ejemplo. El foco de la
gramática debe dirigirse para el papel que desempeña en las relaciones
interpersonales y discursivas. Por lo tanto, el problema con la gramática no está
propiamente en ella, sino en la concepción de gramática (y de lengua) que
orienta muchas veces nuestros cursos. Raramente está dirigida para la
comprensión e interpretación de los muchos efectos de sentido o para las
cuestiones que rigen el funcionamiento de una lengua a partir de las pistas que
nos da su materialidad; está más preocupada con la materialidad en y por sí
misma, tantas veces mal trabajada en las clásicas síntesis gramaticales que se
reproducen infinitamente. Aun cuando lo que se propone es un enfoque llamado
“comunicativo”, es común ver diluidos la heterogeneidad, las contradicciones y
los conflictos constitutivos de las relaciones sociales que se manifiestan en
las lenguas y culturas. (Orientações Curriculares para o Ensino Médio/Língua Espanhola.
Tradução da Banca Elaboradora. 2006: 144) La enseñanza de la gramática en el
proceso de aprendizaje de la lengua española como lengua extranjera ha sido
siempre una preocupación para el profesor y para los estudiosos de la enseñanza
de lenguas extranjeras.
Enseñar la gramática de la lengua española no se debe
confundir con abandonar totalmente la reflexión sobre el modo como se presenta
esa lengua en cada caso o situación, ni en el metalenguaje que se emplea para
explicarlos.
Lo que efectivamente
importa es que el alumno entienda las implicaciones culturales que tiene el
estudio de la gramática de la lengua española en términos de que las normas que
la rigen no son decisiones arbitrarias, sino que recopilan las formas de decir
construidas a través de un proceso lingüístico.
Krashen propone que el adulto que aprende una L2 puede
internalizar las reglas de una lengua objeto mediante el uso de uno de estos
dos sistemas independientes: a) uno implícito, que recibe el nombre de
adquisición del lenguaje, de carácter subyacente, y b) otro explícito, el
aprendizaje consciente del lenguaje. El proceso de adquisición del lenguaje es
similar (si no idéntico) al utilizado por los niños al aprender la L1. Krashen
afirma que esto sucede por medio de una interacción significativa en un
contexto de comunicación natural. Los hablantes no se fijan en la forma sino en
el significado; tampoco se detienen explícitamente en detectar y corregir sus
errores. (MCLAUGHIN, B. Algunas consideraciones metodológicas sobre el modelo
del monitor. In MUÑOZ LICERAS, J. La adquisición de las lenguas extranjeras.
Madrid: VISOR, 1992: 155.)
Cuando se aprende una L2, son peculiares las conexiones
asociativas de estímulos para su almacenamiento y se convierten en automáticos
a medida que se practican e integran en la memoria a largo plazo.
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